viernes, 11 de enero de 2008

Alejandro Schmidt

El predestinado

Con los dedos en punta
me tocó la poesía
me sacudió con repugnancia
y algo de curiosidad.
No digo que llegó a pesarme, medirme
a contarme los ojos
tampoco me abandonó en la calle
con un lápiz rojo y un baúl
¿qué se creerá?
tanta soberbia, todo el día de aquí para allá
con la boca tapada
si después de todo
no la invita nadie
ni llega a ningún lado
me alzó sobre el pozo del mundo
esa señora
y me soltó


Colegiales de la noche

¿Flotan los muertos?
su agua
¿es el temor?
¿qué pasaría si fueran tu mesa?
¿si no se corrompieran
y bailaran?
¿si fueran colegiales de la noche?
¿si el alma fuera un mapa comido por la arena?
¿cómo aprenderíamos la oscuridad?
¿hasta dónde podríamos mirar?
Si entre la muerte de todos
y la muerte mía
sólo vos estuvieras viva
tropezando con cantores de madera
con las raíces muertas del mar
con nubes de piedra
puerta tras puerta
y atrás
muy atrás de tu verde corazón
el viento impulsara en papeles de oro
barcos y leones muertos
donde viven las palabras
¿sólo una vez?
Y entonces
con los poderes que otorga la ignorancia o el amor
abrieras los labios
y el silencio cayera en mis manos
¿alguien más sería estremecido
o nuevo como una gota?
¿y si el silencio estuviera muerto?
¿y si la luz estuviera muerta?
¿y si caminaras hacia mí
como otras veces
y pudieras alcanzarme y sonreír?
¿y si eso fuera todo?
¿y si la muerte no existiera?
¿y si fuera una idea del tiempo
mientras aguarda bajo el hielo
su remo y sus batallas?
¿Adónde van envueltos en hojas en campanas?
¿Adónde reúnen sus espumas?
¿Y si dieran la felicidad?
¿Y si completaran el sol?

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